No voy a
perder el tiempo justificando por qué es necesario dedicar un día a la mujer.
Partamos de ahí, de que es una cuestión que por desgracia queda lejos de estar
resuelta y reflexionar sobre ello jamás puede resultar ofensivo. Los que se
revuelven enrabietados a causa de esta jornada merecen mi desprecio.
Me limitaré
a autoevaluarme, a recapacitar sobre qué hago en lo personal por promover una
relación de igualdad con las mujeres o si por el contrario contribuyo, aunque
sea de forma pasiva, a perpetuar pautas y comportamientos machistas o sexistas
–sobre la terminología también dudo–.
¿Es
machismo mirarle el culo a una mujer? ¿Es machismo dejar que tu madre te haga
la comida con frecuencia aun habiéndote emancipado? ¿Es machismo no censurar un
comentario en el que algún amigo se ha puesto más orangután de la cuenta? ¿Son
las mujeres «mandonas» porque en tu grupo de amigos la persona que acaba
tomando decisiones que afectan a la mayoría sea a menudo una mujer? ¿Es
machismo que tu novia ponga la lavadora bastante más que tú? Aunque ponga
encima de la mesa una muestra ridícula, seguramente surjan algunos síes para
estas preguntas. Por lo tanto, yo también soy machista, «micromachista» me
gustaría pensar. Y si yo, que me considero un tipo con un pensamiento
medianamente avanzado, incurro en estos desatinos, es fácil deducir que hay hombres
–y mujeres– que permiten o incluso fomentan la discriminación de más de la
mitad de la población.
También
quiero resaltar el lado bueno, los avances de la mujer, que va ganando la cuota de
poder y responsabilidad que le corresponde por derecho. En mis últimos tres
trabajos he tenido jefas y en los dos colegios en los que he trabajado, tanto
las directoras como las jefas de estudios han sido mujeres. No me preguntéis
por qué en la educación esta normalización de la igualdad ni se discute pero
es una quimera todavía en las grandes empresas. Supongo que se debe a que en
cuanto el dinero se entromete, el sistema patriarcal invierte mayores esfuerzos
en mantener la sartén por el mango –nota:
a) tradicionalmente, la mujer ha cogido muchas más sartenes que el hombre, b) a
la mujer se le ha atribuido el rasgo de ser mandona dio han sido mujeresdo el rasgo de la la sartsijado, tanto las
directoras como las jefas de estudio han sido mujeres«ser mandona», c) ¿estamos
ante una expresión machista?– En cualquier caso, me gusta pertenecer a un
gremio presumiblemente más igualitario que otros.
Por último,
me apetece hablar de arte, y como este texto sigue siendo un ejercicio
puramente introspectivo, hablaré de literatura, más concretamente de la que yo
he producido. Una de las críticas sobre mi novela que más me gustó vino de una
mujer. Tania me señaló que las mujeres de El
tránsito «son iguales [a los hombres] y no tienen que ser salvadas». Me
consta que Tania no es una lectora cualquiera, pues es una gran activista en
favor de los derechos de la mujer y su análisis de los personajes se guiaba
fuertemente por cuestiones de género. A propósito de sus comentarios, me fijé
un poco más en Cecilia, la teniente Navarro, Sara Altamira o Sofía, los
principales personajes femeninos. Siguiendo ese orden, observamos a una mujer a la
espera de que regrese su marido –quizás el más cuestionable de los perfiles–,
una soldado valiente y honesta en un mundo brutalizado, una enferma que busca
su camino y una chica nihilista extremadamente independiente. Hay por supuesto
muchos hombres en la historia, pero quizás mi novela aprobase el test de
Bechdel. Eso me llenaría de orgullo, sobre todo porque dichos personajes
salieron de manera espontánea de mi cabeza, sin buscar una paridad impostada.
Espero que este hipotético «logro» compense en parte lo que aún me queda por
mejorar a la vista de las preguntas planteadas en el segundo párrafo.
Concluyo
intentando desmontar a los que critican que se le busquen las vueltas al programa
de Bertín Osborne, los que tildan de tiquismiquis el hecho de analizar los
personajes de una película o un libro en clave de género o los que se rasgan
las vestiduras porque una mujer exija derechos que aún no recibe por completo. Reconozco que la línea sobre lo que puede ser machista y lo que
no es delgada y móvil y confusa en ocasiones. Sin duda hay motivo para cuestionarse todo esto, así que más
vale entrar a saco con la lupa y que te acusen de tener la piel muy fina que
callarse y dejar que las cosas sigan con su avance parsimonioso. Porque nos falta mucho por
hacer si queremos ser todos iguales.
Un abrazo
enorme a todas las mujeres del mundo.